viernes, 11 de marzo de 2011

Somos lo que queremos ser

A los ojos externos nuestro comportamiento se ve alterado. Decidí hace poco días que la fase de rebeldía había terminado. No puedo hacer oídos sordos a lo que realmente necesito. Desde que estoy soltero he salido muchas noches, y muchas noches he ligado. Muchas veces completé el ritual y muchas otras veces no. Me he visto a mí mismo poseyendo y siendo poseído sólo por una idea, una voz oculta en mi mente más animal, un deseo irrefrenable de lujuria y autosatisfacción. Y el final siempre tiene un sabor amargo. La caza terminó, el deseo desapareció y la lujuria se apagó junto con mis instintos más primitivos. Entonces sólo quedó la razón del acto, algo que me permitiera mantenerme en mi posición sin avergonzarme de haber vuelto a caer ante mí mismo.

Estas dos semanas sin escribir han sido intensas y reveladoras. Por una parte me vi arrastrado a una noche de locura por tres personas que acababa de conocer, esa noche la pasamos en el chalet de una de ellas y con el alcohol y las hormonas alteradas por el intenso ejercicio de bailar toda la noche acabé acostándome con una de ellas. A la mañana siguiente el deseo y las ganas habían desaparecido, repetimos pero podía notar la sensación de que no era lo mismo. Sólo un polvo de una noche, sin sentimientos de por medio, pasarlo bien y poco más. Me vi a mí mismo reflejado y comprendí que algo fallaba en la ecuación.

Pocos días después me acosté con una amiga de juerga, y la sensación fue la misma. Me encontraba a mí mismo pensando en porqué lo hacía. Porqué continuaba buscando satisfacer mis impulsos sexuales en vez de empezar a recuperar una parte de mí mismo. Cazar me encanta, a veces es fácil, otras veces se vuelve más interesante la cosa. El juego de ser bordes, de sacar los dientes y provocar al otro. Comprobar quién cede y cómo o si por el contrario estira más de la cuerda hasta que terminamos los dos al medio de la cuerda comprobando si se cumplen las expectativas. Pero la caza sólo es una parte de mí, mi otra mitad necesita saber si el trofeo valía la pena o no. Y en muchos casos, no. Sólo sexo, nada de amor.

Esta semana he cerrado el grifo, apenas unos besos, apenas unas caricias. Con tres mujeres distintas, cierto, pero es difícil frenar en seco una locomotora con muchas ganas de velocidad. Ahora me planteo si de verdad alguna de las mujeres con las que puedo acostarme me interesan de verdad. Realmente la culpa se la debo al mismo por el cuál estoy en esta situación, al corazón. Mi corazón necesita tiempo para enamorarse, por lo tanto descubrí hace ya unos años que si no doy oportunidades nunca sabré si me interesa de verdad o no una persona, al margen de lo que ya me interese de por sí, no me abro ante cualquiera.

¿Entonces de qué trata todo esto? ¿Voto de castidad? ¿Celibato? No, se trata de ser consciente de lo que realmente deseo y actuar en consecuencia. Si realmente estoy buscando una chica decente no puedo esperar a que se enamore de un chico indecente como soy actualmente. Voy a realizar un añadido a mi listón, el añadido es que ya no sólo juzgará mi pene, sino también mi parte más romántica. Donde sólo me dejaré llevar si la chica me parece realmente interesante y le veo oportunidades. Aprender a respetarme y dignificarme para que los demás lo hagan también. Suena a un curso de religión sobre la virginidad pero tranquilos, sigo siendo ateo, profesando el amor y el sexo libre y el camino hasta encontrar "de nuevo" a la chica que me haga colgar mis zarpas de cazador es largo, pero no tedioso.

Muchos lametones, el perro que maulla.

Meow